Hablemos del L.A. Woman de los Doors y su 50 aniversario…
Medio siglo se cumple de una de las obras más contundentes, poéticas e intensas de la historia del rock. El sexto y último trabajo de The Doors, publicado tres meses antes de la muerte de Jim Morrison en París, supuso el salto definitivo al blues y a un sonido más pesado, marcando el abrazo lírico más sublime entre la poesía beat y el simbolismo francés.
Aunque hoy es considerado una pieza clave del rock de los 70 y uno de los discos más conseguidos de la historia, lo cierto es que su repercusión inmediata, tras su publicación el 19 de abril de 1971, no fue un halago, posicionándose en el puesto nº9, y siendo el álbum con menos éxito de los Doors en las listas de ventas, tras haber conseguido el nº1 con su debut y “Waiting for the sun”, el tercer puesto con “Strange days”, el cuarto con “Morrison Hotel” y el sexto con “The soft parade”. Actualmente está considerado -tal vez junto a su primer disco- el mejor trabajo de la banda y una joya imprescindible para cualquier melómano que se precie.
I'm a changeling, see me change
L.A.
Woman marca una diferencia clara con el resto de trabajos del combo
californiano, no sólo en el terreno creativo, en el que Jim Morrison (voz), Ray
Manzarek (teclados), Robby Krieger
(guitarra)y John Densmore (batería),
apostaron por trabajar con unas bases más definidas en torno al blues y el R&B, dejando atrás la experimentación y reforzando todavía más
el aspecto lírico por el que Jim volvió a motivarse.
La evidente decadencia física y
mental del cantante, con una condena prevista por inmoralidad y lascivia (tras
el altercado de Miami) a seis meses de trabajos forzados y a expensas de los
consiguientes recursos, se manifestó tanto en su vida personal como en lo que
fue la última actuación en vivo de la banda, el 12 de diciembre de 1970 en Nueva Orleans: “Jim se vino abajo. Ni siquiera estaba borracho, pero su energía se
estaba desvaneciendo. Más tarde, Ray me comentó que había visto toda la energía
psíquica de Jim salirle por la parte superior de la cabeza. Yo no vi nada de
eso, pero definitivamente Jim había perdido toda la fuerza vital” (John
Densmore)
Las recientes muertes, en trágicas
circunstancias, de dos de sus coetáneos más próximos, Jimi Hendrix y Janis Joplin,
en el transcurso de septiembre y octubre, también le afectaron sobremanera. Paradójicamente,
Morrison ofrece uno de los más resonantes cantos del cisne de la historia de la
música pop. Su voz es poderosa, suena trascendental, curtida, desarraigada,
intensa y apasionada, por momentos visionaria, destilada en bourbon y aclarada
en cerveza, digna de un verdadero bluesman.
Unos días antes de aquella última
aparición en el escenario, el 8 de
diciembre, Morrison cumpliría los 27
años. Decidió celebrarlo con unos cuantos amigos, encerrado en los estudios
Village Records, donde, bebiendo y
repitiendo entre la broma y un funesto sentimiento aquello de “estás bebiendo con el número tres”,
grabó durante cuatro horas algunos de sus poemas inéditos, convertidos más
tarde en An American prayer.
It´s everybody in?, the ceremony
it´s about to begin
“Este álbum va a ser un desastre” (Paul
Rotchild)
La génesis del álbum no fue tarea fácil. Las grabaciones comenzaron en noviembre de 1970. Paul Rotchild, productor de todos sus lanzamientos hasta la fecha, decidió retirarse del proyecto: no le gustaban los temas, le parecía que la banda había perdido destreza musical y, además, estaba harto del comportamiento de Morrison. "Mirad, es una mierda. No creo que el mundo quiera escucharlo. Es la primera vez en mi vida que me aburro en un estudio de grabación". Fue mutuo. La banda, que ya sabía lo que quería después de afilar el olfato ante las máquinas de estudio durante cinco discos, decidiría producirlo junto a su ingeniero de sonido, Bruce Botnick.
La gestación tuvo lugar en la
ciudad de Los Angeles, prescindiendo
de estudio alguno, e instalando su centro de operaciones en la sala de ensayo
de la banda, frente a las oficinas de Elektra
(su compañía discográfica), esquina de la Ciénaga con Santa Mónica, un lugar en
el que sentirse completamente cómodos.
Otra cualidad distintiva del álbum
con respecto a toda su producción anterior es la inclusión en el núcleo
ejecutivo de dos músicos de sesión: Jerry
Scheff, bajista de la banda de Elvis, y el guitarrista rítmico Marc Benno. Ambos aportaron
considerable color y swing a las sesiones, ¡fíjense en la maravilla que da
nombre al álbum! Estas, más que como la típica programación por tomas, transcurrieron
como una grabación en vivo, consiguiendo así la pureza y el estilo directo que
se habían propuesto. Densmore
recuerda:
“fue muy divertido hacer L.A. Woman. No creo que tocáramos temas largos
solo porque sí. Salían, así como son. Quizá fue que tocar en nuestro pequeño
estudio nos relajó e influyó para que nos apeteciera alargarlos”
Sin embargo, Jim siguió dando la
nota. Aparecía por la sala cuando quería y siempre en penosas condiciones. Si
la toma de su voz quedaba bien se apresuraban a archivarla inmediatamente,
temiendo una nueva estampida hacia la botella. Aun así, o precisamente por
esto, el disco consiguió ser el memorable legado que es, con un cantante que eligió
el baño de la sala como cabina para registrar la mayoría de sus voces; lo que
fue un acierto, dada la extraña y definida reverberación que produjo ese
espacio. Inolvidable aquella última escena -ya con los créditos- de la película
The Doors (1992) de Oliver Stone.
Mr Mojo risin
"¿Y si acelero un poco el tiempo? ¡Es como un orgasmo!". Así se
lanzó John Densmore con su batería a
lo que sería la gran oda a la ciudad de Los
Angeles. Y sí, si uno escucha el momento del acelerón, a partir del minuto
6, Jim parece sucumbir y abandonarse al clímax, un éxtasis dionisiaco tras
invocar a Mr Mojo, un término sacado
precisamente del blues y ligado al acto sexual, convertido en acrónimo del cantante
al renacer durante los portentosos ocho minutos de duración de este monumento
llamado “L.A Woman”, que cierra su
lado A. Una de las canciones que se deberían enterrar en una capsula del
tiempo, por si acaso.
Pero la canción que da nombre al
álbum no es, ni mucho menos, el único himno que este contiene. Si “L.A. Woman”
es un oscuro y dinámico homenaje de carretera a la ciudad angelina embutido en
neón y tan brillante como el filo de una automática, “Riders on the storm”, uno de los temas más emblemáticos de toda la
discografía de Doors (perdieron el The en este su último disco),
constituye la biblia existencialista morrisoniana por excelencia y una de los
mejores broches de la historia del rock; un canto chamánico de despedida que
dejaría una estela desbordante de sentido muy poco después un 3 de julio.
La apertura del álbum tampoco se
queda a la zaga, con una de las canciones más cool y contagiosas de su
repertorio, “The Changeling”, a la que
sigue sin descanso su tema más popero en años y uno de sus singles más
queridos, “Love her madly”, antes de
entrar en la ola blues con “Been down so long” y la pureza de “Cars hiss by my window”.
La cara B del álbum abre con cierta contundencia marcial y solemne en
la sombría e inquietante “L´America”,
cuyo tenebrismo se ve rebajado con una de las piezas más infravaloradas, bellas
y amables de la banda, “Hyacinth house”,
inspirada en la Polonesa heroica de Chopin.
"Crawling King Snake" es
un poderoso homenaje versionando a uno de los referentes del disco, John Lee Hooker, y el merecido título
como bluesman para Morrison, que pasa
a recitar con ritmo compulsivo en el original blues The WASP (Texas Radio and the big beat).
Se consuma así un álbum
musicalmente completísimo, variado, dinámico, directo y lleno de riqueza, cuyos
extraordinarios diez cortes, uno a uno, constituyen personalidades tan
distintivas como disfrutables. Uno de esos discos de los que uno, por décadas
que pasen y miles de escuchas, no se cansa.
Into this world we're thrown
Simbolismo
francés y generación beat se abrazan
Las letras de L.A. Woman son todo un capítulo aparte. Desde su álbum debut la
banda y, especialmente, Jim Morrison
como artífice de la gran mayoría de sus letras, se forjó una sólida reputación
debido a la calidad y originalidad de estas, a años luz de la del resto de sus
contemporáneos.
Las señas de identidad de los Doors
estuvieron siempre muy unidas a sus afinidades literarias y filosóficas. Una
alta dosis de oscuridad, transgresión, sensualidad y sofisticación crearon una
combinación tan irresistible como distintiva. No es casualidad que sugerente
cóctel de elementos sea, en parte, definitorio del movimiento poético simbolista francés del siglo XIX. Y es que el
gusto de Morrison por autores como Charles Baudelaire,
Arthur Rimbaud o Paul Verlaine se dejaron ver desde sus
primeras aportaciones y constituyeron lecturas incesantes durante su fugaz pero
fructífera carrera. Así se desprende de una carta que el mismo cantante envió al
profesor y experto en literatura francesa Wallace
Fowlie, agradeciéndole su traducción de las obras completas de Rimbaud de las que también se nutrieron
afanosamente figuras como Patti Smith:
“No leo francés con tanta facilidad. Soy
cantante de rock y tu libro viaja conmigo”.
Aunque la poesía había sido
integrada al rock de manera meritoria por Bob Dylan, dando así un gran paso evolutivo a partir de la segunda mitad de los
60, fue la entrada en escena de los Doors lo que dio el impulso definitivo para
consolidar el concepto de “rock como
poesía”. Es así como Jim Morrison, tan sumido en la tradición simbolista
del malditismo,
se convertiría en el primer poeta enfant terrible del rock, heredero del
espíritu de sus referentes decimonónicos: hedonista, iconoclasta, místico,
esteta, decadente, dandy, misterioso, individualista, visionario, experimentador
de los sentidos…
Su madurez como poeta, tras algunos
pasajes flojos en la etapa central de su trayectoria sobre todo con The
Soft Parade (1969), eclosiona en un estallido de oscuras visiones
dignas de Las flores del mal o Una temporada en el infierno
salpicadas en las atinadas líneas de L.A. Woman. Los famosos versos de
introducción a la legendaria temporada de Rimbaud nos dan una idea de la
conexión:
Antaño,
si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones,
donde todos los vinos fluían.
Una
noche, senté a la Belleza en mis rodillas —Y la encontré amarga — Y la injurié.
Me
armé contra la justicia.
Y
hui. ¡Oh brujas, oh miseria, oh aversión; sólo a vosotras os fue confiado mi
tesoro!
Una conexión que se evidencia más concretamente en “The WASP (Texas Radio and the Big Beat)", donde Morrison anuncia:
Escucha
esto, y te contaré sobre la angustia
te
contaré sobre la angustia y la pérdida de Dios
te
contaré sobre la noche sin esperanza
la
escasa comida para las almas olvidadas
te
contaré sobre la doncella con forjada alma de hierro
La otra gran influencia literaria y
existencial de Morrison fue sin lugar a dudas la generación beat, a la que entró, como muchos otros de su
generación, por medio de una obra capital de la literatura universal como On
the road de Jack Kerouac. Ray Manzarek declaró que si el autor no
hubiese escrito En el camino (o En la carretera… dejamos a otros el
debate de traducción) ”los Doors nunca
hubieran existido”.
La contundencia de la afirmación no
es algo menor, puesto que, además de una referencia puramente creativa, Kerouac
significó el ideal que el efervescente espíritu adolescente de Jim, chico
introvertido y tímido, necesitó. El escritor fue una imagen a la que el
cantante personificaría conscientemente a lo largo de los años, desde que en 1957 se publicase la novela y un
Morrison de catorce años leyese ávidamente su volumen subrayando los pasajes
que más le sugestionaron.
El
estilo de escritura del cantante apuesta por lo que pudiera parecer
una serie de imágenes inconexas con las que traza un paisaje a brochazos a
través de sus palabras, a la manera de Howl de Allen Ginsberg. “L.A. Woman”,
con sus escenas nocturnas angelinas inspiradas por la novela de John Rechy City of night (La ciudad de la noche) y dignas de un relato de Bukowski, es un buen ejemplo de este recurso. Morrison visitó la
librería de Lawrence Ferlinghetti en
San Francisco durante la época en
que su familia vivió allí cuando era adolescente, conociendo en persona a
exponentes del movimiento como Ginsberg o Michael
McClure, con quien compartió proyectos y gramos de cocaína.
El
tono
existencial de estos autores se ejemplifica también en el álbum, con escenas
que, en “Cars hiss by my window”,
por ejemplo, remiten de nuevo a la obra clave de Kerouac: “Me desperté cuando el sol enrojecía; y ese fue el único momento
distinto en mi vida, el momento más extraño de todos, cuando no sabía quién era
yo (…), en una habitación de hotel barata que nunca había visto. Yo era solo
otra persona, un extraño, y toda mi vida fue una vida encantada, la vida de un
fantasma”
Por supuesto, existen algunas otras
influencias en el álbum más allá de los beats y los simbolistas. Es sabido que “Riders on the storm” fue inspirado
por el poema “Alabanza a una urna”,
de Hart Crane (1899-1932), que, como
poeta suicida, cumplía con todos los requisitos que el cantante exigía para su
veneración incondicional: básicamente una muerte violenta o en extrañas circunstancias dejando un cadáver joven.
I see the bathroom is clear
Tras la publicación del disco, Jim
Morrison decidió viajar a París junto
a su pareja Pamela Courson. La
ciudad de la que sus poetas simbolistas habían extraído los versos de los que
él se había alimentado para su obra musical y literaria, con dos libros
publicados, Las nuevas criaturas (1968) y Los señores (1969) -recopilados en un solo volumen justo antes de su partida-, sería
su nuevo y último refugio. Con la sombra de la condena planeando y la intención de
dedicarse más intensamente a sus versos en una ciudad
de la luz repleta de inspiración, Jim sería encontrado sin vida en una bañera a
causa de un paro cardiaco y bajo extrañas circunstancias. Era el 3 de julio de 1971. Su tumba es la más
visitada del cementerio de Père Lachaise.
Selección
de letras traducidas
Soy cambiable
mírame cambiar
soy el aire que respiras
la comida
que comes
los amigos
que saludas
en
la calle hormigueante
Mírame
cambiar
Mírame
cambiar
The changeling
Todo
tu amor se ha ido
así
que canta una canción solitaria
de
un sueño azul profundo
siete
caballos parecen
estar
en la marca
Love her madly
Nena,
¿te pondrás de rodillas?
Venga,
cariño, dame tu amor
He
estado jodido tanto tiempo
que
esto me parece la hostia
Been down so long
La
ventana empieza a temblar
con
un estampido sónico
Una
chica te matará
en
una habitación oscura
Cars hiss by my window
Veo
que tu pelo está ardiendo
las
colinas están llenas de fuego
Aunque digan que nunca te amé
sabes
que son unos mentirosos
Conduciendo
por tu autopista
los callejones de media noche vagan
Polis en coche, bares de topless
Nunca
vi a una mujer…tan sola, tan sola
L.A. Woman
Cordiales extranjeros llegaron a la ciudad
toda la gente les humilló
pero a las mujeres les encantó su estilo
Oh volved otro día
como la suave lluvia
como
la suave lluvia que cae
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