Hablemos de rock y literatura y de canciones pop basadas en obras literarias desde los 2000 hasta nuestros días...


Con el cambio de siglo comienzan a darse una serie de constantes en la utilización de la literatura por parte de las nuevas bandas que llegan hasta día de hoy. El siglo XXI ha ido instaurando, poco a poco, cierto sentido exhibicionista en el que el individuo se ha apropiado de la cultura en general y de la literatura en particular como un elemento esencial para forjar una identidad que como sociedad ya se ha perdido, entrando en una fase de placebo dominante en la que la paranoia propia de la década anterior se difumina en pos de propuestas la mayor parte de las veces sintéticas y algo confusas desde su punto de vista lírico y estético.

La gran diversidad de propuestas musicales y de estilos crea un ambiente propicio para la inserción de la literatura y de la confección de canciones basadas en novelas y otras obras literarias,en su mayoría ya utilizadas anteriormente, pero en estos años muy variada y con nuevos descubrimientos. Además, la era de internet y del consumo de cultura a un click crea esa doble vertiente de apropiación y exhibición de elementos que no responden del todo a credos artísticos afianzados, en una generación de músicos mayoritariamente universitaria y bien formada, ya entrado el siglo, aunque, paradójicamente, muy fragmentada como colectivo.

Con estas constantes generales, y sumándole el individualismo imperante del nuevo siglo, lo que hay que destacar es que la literatura sigue siendo una fuente fundamental para la creatividad en el mundo de la música pop, ya que el número de músicos que siguen siendo inspirados por el universo de los libros sigue siendo muy alto, dando como resultado, ante todo, canciones y trabajos de gran calidad a los que se dota de una potencia poética y estética muy sugestiva.

Para estrenar el XXI, algunos viejos conocidos como U2 habían plasmado en The ground beneath her feet la novela homónima de Salman Rushdie, con su propia letra  extraída de entre sus páginas, en un ejercicio muy logrado de musicalizar la canción ficticia aparecida en la obra del escritor anglo indio. Aunque una canción premonitoria para lo que estaba por verse del nuevo siglo sería I fought in a war, de Belle & Sebastian, una banda surgida en la década anterior y que ya venía utilizando desde su primer álbum referencias literarias y una lírica muy rica de genial estilo narrativo y gran inventiva en sus composiciones. La deliciosa canción está inspirada por un relato corto de J. D Salinger llamado For Esmé-with love and squalor, que abarca episodios del desembarco de Normandía: "I fought in a war and i left my friends behind me/ to go looking for the enemy, and it wasn't very long/ before i would stand with another boy in front of me/ and a corpse that just fell into me, with the bullets flying round".

Otra de las bandas clave de principios de la nueva década de los 2000, Travis, se basa en el ovoide personaje de A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, para componer la melosa Humpty Dumpty love song y, contrarrestando con el nuevo hype retro que trajeron de vuelta, Strokes sacan directamente de Un mundo feliz de Aldous Huxley Soma para dar de beber al primer cambio de estilo musical del siglo. Más implicados en el mundo de la literatura estarían los escoceses Idlewild, que ya en 100 broken windows (2000) plasmaban en su libreto la contundente frase “Support your local poet”, para trabajar directamente en su portentoso siguiente álbum, The remote part (2002), con el poeta laureado Edwin Morgan, cuya voz podemos escuchar en el corte final del disco, In remote part/Scottish fictions. Artistas cuyo credo estético o lírica se acercan a la poesía legarían al nuevo siglo piezas maravillosas: Grey Gardens del genial Rufus Wainwright, basada en Muerte en Venecia de Thomas Mann (“Honey I'm a roller concrete clover/ Tadzio, Tadzio”) y que el incombustible Morrissey, en su Ringladers of the tormentors (2006) utilizaría para I just want to see the boy happy; el sentido homenaje a Sylvia Plath que un nuevo poeta maldito del rock -también escritor-, Ryan Adams, facturaba con tremendo pathos, deseando tener una chica como ella, y que compondría con un juego de palabras Withering heights, tergiversando Wuthering heighst, Cumbres borrascosas, de Emily Bronte o Dear Ann, sobre El diario de Ana Frank.

El nuevo estilo de cantautor -singer/songwriter- de los 2000, algo más sofisticado y evolucionado, deja algunas perlas referentes a la literatura. El ingenioso Sufjan Stevens recuerda a Saul Below en uno de los temas descartados de su mejor disco y Jay Farrar junto a Ben Gibbard, como fans de Jack Kerouac y la generación beat componen el álbum One fast move or i´m going (2008), con temas como These roads don´t move, como parte del proyecto audiovisual sobre Big Sur,  obra y lugar que también inspirarían a Gibbard para componer con Death Cab For Cutie su álbum Narrow stairs. En el ámbito femenino, con su chamber pop, Regina Spektor, con ese afán algo hipster, pero bien encajado en su estilo musical, exhibiría parte de sus inquietudes literarias y espíritu leído con obras que van desde los clásicos griegos, con Oedipus, sobre la tragedia de Sófocles, a la literatura contemporánea en Baobabs, con referencias a El Principito de Saint-Exupery.

Menos fetichistas parecen las intenciones de una banda como The Decemberists, con un genial estilo narrativo por parte de Collin Melloy, gran inventor de historias, que con la magnífica Billy Liar, desempolva la novela homónima del escritor británico Keith Waterhouse. Otras de estas nuevas bandas de la década también contribuyen con algún tema a potenciar la musa de la literatura. Así, The Coral se inspiran en J. D Salinger y A perfect day for Bananafish para Michael´s song, British Sea Power hacen una relectura musical de Las maquinarias de la alegría de Ray Bradbury con su álbum The machineries of joy, Panic at the disco tiran de Chuck Palahniuk y su perturbadora  Monstruos invisibles para crear en su debut Time to dance, así como se basan en El perfume de Suskind para Nearly witches, Bloc Party prefieren a Brett Easton Ellis y su novela Menos que cero como inspiración para Song for Clay (Dessapear here), Modest Mouse rinde tributo a Bukowski (“Woke up this morning and it seemed to me,/ that every night turns out to be/ a little more like Bukowski”),  White Stripes reflejan El guardian entre el centeno con We're going to be friends y Babyshambles se basan en Orwell y Decline of the English murder para su bucólica Lost art of murder.

De las bandas más exitosas desde que comenzase el siglo, Muse ha mantenido una alta calidad musical que le ha llevado a cosechar enorme reconocimiento en un disco como The resistance (2009), basado en su mayor parte en Nineteen eighty-four (1984) de George Orwell, siguiendo en el nuevo siglo la estela distópica que abrieran Bowie y Pink Floyd y que estrenaran Radiohead a principios de la década con 2+2=5. La sociedad del momento es plasmada en un álbum soberbio basado en el concepto orwelliano de mentira convertida en verdad, a través de temas como Resistance, que cuenta la relación entre Winston y Julia, los personajes de la novela. Matt Bellamy y los suyos, con ese afán siempre penumbroso y apocalíptico, también se basarían en el Fausto de Goethe para componer The small print .Asimismo, Franz Ferdinand  ha aportado con su estilo desenfadado joyas sacadas de la literatura, desde El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov facturan la fabulosa Love and destroy y desde el mito homérico recreado también por James Joyce un Ulysses con muy buen beat. Kean hacen igualmente un homenaje a la poesía del galardonado Yeats con la sublime A bad dream, basado en el poema “Un aviador irlandés prevé su muerte” y Coldplay con Major minus sacarían a pasear a Cormac McCarthy (The road).

Glorias de los 90 como P.J Harvey, que sigue publicando trabajos excepcionales, recrea con The desperate kingdom of love la historia de Cumbres Borrascosas, Garbage con Cherry lips reivindican a J.T. Le Roy, los casi olvidados Dandy Warhols se inspiran en La feria de las tinieblas de Ray Bradbury, escribiendo The autumn carnival, y unos Guns´n´roses fallidos  y descafeinados eligen a J. D Salinger para volver a la escena con su tema Catcher in the rye.

En estos últimos años algunas bandas de la nueva oleada musical indie han dado con fórmulas de éxito para un público joven y no tan joven, llamando igualmente a la musa literaria para sus creaciones. Es el caso de Mumford & Sons, influidos por los clásicos de Steinbeck: Las uvas de la ira, desde donde abordan Dust bowl dance, o Al este del Edén, que inspiró Timsel. La religión también está presente en la postmodernidad, con The Drums, que se basan en textos cristianos para algunas de sus composiciones, Book of revelations. El novelista J.G. Ballard sigue en la brecha del rock gracias a grupos como Empire of the sun, nombre inspirado en trabajos del autor, o Klaxons, que con su álbum Myths of the near future (2007) hacen referencia a los cuentos homónimos del autor británico, con temas inspirados en los mismos, siendo Golden skans su tema más sonado, junto con la sugerencia tomada de Thomas Pynchon para Gravitys rainbow. La obra de Ibsen y sus personajes se ve reflejada en la fantástica If Eilert Lovborg wrote asong, it would sound like this, de Broken RecordsHurts asoman a Cormack Mc Carthy con The road, en lo que parece el descubrimiento, a finales de la década, del novelista por un público amplio; The Fratellis recuerdan a los beat y su musa Neal Cassady con Moriarty´s last stand y Villagers se ven influenciados por Kurt Vonnegut y Matadero cinco para escribir su reciente single Nothing arrived, cerrando una década y media en la que la literatura ha aportado al espectro musical grandes ideas y lo seguirá haciendo durante los próximos años.   

© David de Dorian, 2014

Ilustración de Project Twins sobre la música

(Ilustración: Project Twins)




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