Hablemos del día que Fidel Castro dijo sí al rock 

 

No os preocupéis, estamos acostumbrados, más ruido hace una guerra

 

Fue una banda de Reino Unido. Fue en 2001. Fue ante el mismísimo Fidel Castro. No fueron ni por asomo los Rolling Stones. Los medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco. Todas las acusaciones con las que la dictadura comunista había revestido la música Rock desde su instauración en la isla fueron desechadas en aquel mítico concierto celebrado en La Habana como redentor y esperanzador “gesto de solidaridad” al pueblo cubano.

Frente a una bandera gigante de Cuba desplegada en el escenario, Castro aplaudía desde el palco del Teatro Karl Marx una de las canciones lanzadas cual Sputnik por los galeses Manic Street Preachers, banda deudora de The Clash bien conocida por sus posturas antiestadounidenses y de izquierdas, y que aquella histórica velada presentaba globalmente su último álbum, con el significativo título de Know your enemy, distribuido por toda una multinacional estadounidense como Sony Music. Entre las canciones del disco presentadas se incluyeron `Baby Elian´ (sobre la Crisis diplomática de los Cayucos) y la tajante `Freedom of speech won't feed my children´ cerrando la noche; también `If you tolerate this your children will be next´ y la potente `The masses against the classes´.  

Un público de cinco mil personas entregado por primera vez a los deleites capitalistas de un show de rock anglosajón moderno y un ostentoso y humeante puro separaba a estos héroes de la clase obrera del líder de la revolución cubana. Los chicos acogieron su presencia como “el mayor honor" de sus vidas según la prensa del país. Era un 17 de febrero del año 2001: el rock y sus seguidores ya no se considerarían un elemento “antisocial” sino cultura y se dejaba atrás la acusación de “desviación ideológica”. Sin duda alguna, uno de los hitos del rock para la historia del siglo XXI.   

Europa daba así por sentado la nueva política castrista, con aires de apertura a la antaño decadente cultura occidental, a la que poco antes, el 8 de diciembre, había dedicado el gesto de bautizar, también con su presencia, cierto parque con el nombre de John Lennon.

James Dean Bradfield (voz y guitarras), Nicky Wire (bajo) y Sean Moore (batería), tuvieron la oportunidad de conocer al dictador la misma mañana antes del evento, rodeados de la prensa oficial y a caballo de una conversación algo prosaica que descubría la ingenuidad de tres chavales de clase humilde surgidos de las minas de Blackwood en el sur de Gales:Nunca pensamos que Fidel fuera a aparecer y cuando supimos que estaba allí me sentí horrible. Recuerdo al público en los palcos, todos mirándole como girasoles al sol. Cuando te haces una foto con un político estás apoyando lo que este hace y dice”, rememoraba el cantante recientemente.   

Ya entre bastidores, tras el rotundo éxito que supuso el concierto, Castro los invitó a inaugurar una escuela de arte. Hoy sus protagonistas absolutos no están orgullosos de la foto. Bradfield, que nunca ha tenido reparos en hablar de su ideología, manifestó a la prensa del régimen aquellos días su admiración: “creo que Cuba ha luchado mucho por su independencia y sigue luchando por ella, y es un buen ejemplo de lo que es estar en contra de la americanización de la cultura”. Su autocrítica queda patente en la actualidad:

El viaje a Cuba nos enseñó quienes no éramos. Yo quería ser más turista que músico. Visité escuelas, hospitales, tiendas de libros y muchos lugares realmente inspiradores con gente maravillosa que se sentía orgullosa de ser cubana. También me di cuenta de muchas cosas con las que no conecté. La revolución romantiza el simbolismo de las armas y eso me confundió. Se supone que la revolución se hace para librarse de eso. Además, cuando eres periodista en Cuba te encuentras con la falta de libertad de expresión, algo que sabíamos, pero que de todas maneras es difícil de entender”.

Aunque el concierto no fue el primer evento de música extranjera del Castrismo, pues hay que recordar el festival Havana Jam de 1979, cuando Jimmy Carter y el comandante se propusieron rebajar tensiones, y en el que participaron grupos y cantautores locales (Pablo Milanés) y figuras de la música pop yanqui como Billy Joel, Kris Kriostofferson o Stephen Stills; significó la primera gran experiencia totalmente pop como show independiente de una banda de rock anglosajón en Cuba, abriendo el camino para otras formaciones, que incluyeron en sus giras un país hasta entonces clausurado a cal y canto para la cultura rock.   

Se cuenta que cuando los Manics avisaron a Castro de que harían mucho ruido aquella noche este les espetó con una frase de antología: “estamos acostumbrados, más ruido hace una guerra”. De todo aquello quedó algo de olvido y un documento -o producto puramente capitalista- histórico inigualable y revelador en formato DVD llamado Louder than war

 © David de Dorian, 2021

 

Manic Street Preachers Cuba 
(Ilustración: portada single "The masses against the classes", 2001)

 

 

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