Hablemos de Chet Baker en el poema de Antonio Lucas

 Es sobradamente conocida la influencia que el jazz ha irradiado en la literatura, y sobre todo en la novela. Ejemplos tan conocidos y masticados como Rayuela de Julio Cortázar dan prueba de ello. También la poesía, incluso la más reciente, le hace honores a una de las músicas más estimulantes que existen y que continúa dando en el mundo de las letras buenísimos momentos.

Ejemplo famoso de poesía y jazz es el poema-homenaje que Pere Gimferrer le dedica a la siempre vivificante Billie Holliday con Canciónpara Billie Holliday. Más allá de este bastión -y más recientemente-, existen ejemplos varios dentro del panorama español, altamente sugestivos, que remiten a otros tótems igualmente inspiradores. 

Chet Baker (1929-1988) no podía ser una excepción. En sí un poeta del jazz, su intimismo y su lirismo le hacen una figura especialmente predilecta para hacer burbujear los sentidos y despertar la creatividad. El James Dean del jazz inspira al poeta Antonio Lucas en esta ocasión, cierta madrugada, para facturar unos versos realmente intensos, cuya melodía y ritmo nos hace fluir, como fluye la trompeta de Chet, en su gratísima lectura.

Antonio Lucas (Madrid, 1975) incluye “Cuando escuchas a Chet Baker” en su Lucernario, libro ganador del premio Ojo Crítico de RNE, publicado en 1999. Actualmente dirige alguno de los suplementos culturales del diario El Mundo, donde también es columnista. A este respecto, el poeta madrileño volvía a remitir al exponente del cool-jazz en una columna firmada el 24 de diciembre de 2013, donde nos desvela:   

La otra noche sonaba en casa Chet Baker por azar. Un vinilo viejo que despedía armonías forajidas, como un himno inoportuno a la soledad. El de Baker es un estilo confidencial que da para pensarlo todo; o quizá mejor, para no detenerse en nada. Es uno de esos trompetistas de dulzura animal que trae en cada acorde un desacuerdo, una malversación luminosa, un quiebro de sangres en garitos muy oscuros, un último eslabón de la pureza, un tóxico cualquiera, una aprensión de frontera extraña.”

En estas líneas nos descubre toda una propuesta estética, que casa perfectamente con la poesía que nos ofrece en títulos como Los mundos contrarios (2009) o Los desengaños (Premio Loewe 2013). Sus últimos trabajos publicados han sido Hacia la luz del fondo (2017), por la Fundación Juan March, y Los desnudos, publicado en 2019 y que se hizo con el Premio Generación del 27.  

Hay discos, en horas concretas, en penumbras exactas, que se convierten en la única fe posible de la fe. Y entonces, sí: el mundo está bien hecho. Tuvo que existir gente de toda mar y toda tierra, fuera de tanta preciada costumbre despreciable, para que otros entendamos mejor algunos días, ciertas madrugadas.”

Prosiguiendo con su columna, el poeta nos confiesa su ideal de música como cura y terapia, apuntando al músico y a una de sus profundas, serenas y melancólicas piezas: 

Pero hay ratos en que escuchas a Chet Baker ('Moon Love', por ejemplo) y todo el oro no vale lo que lleva el agua. Incluso cuando sabes que ahí afuera se alarga el paredón donde un puñado de bandidos con cargo al presupuesto nos está sacrificando para el futuro.”

 


CUANDO ESCUCHAS A CHET BAKER

 

Tiene esta noche luz de piedra sumergida
noche con dintel de pájaros
esta noche de insistencia y campanas bajo el agua
Pondré nombre a tus ojos con sus tigres encelados
con su aliento disfrazado de bodega
al templo conjurado de tu sombra
porque hay arañas que se aman como signos habitados
tensos cuerpos de miel o de iniciales
 
Porque hay tardes como formas en tu mano
tardes como copa enloquecida
duras geografías en lo alto de tu nombre
Te busco deshojando dioses implacables
destrenzando los ángulos amargos del olvido
                                sus fuentes milenarias
 
Yo recuerdo el mar inmóvil con sus torres
de ópalos ardiendo
y tus hombros como balsas deprimidas
tus manos de mujer
-por eso existes-
tus manos de epitafio
           con coros deslumbrados
 
Te he buscado por el trópico caliente de los gritos
allí donde la luz se olvida para que dos se encuentren
Te he buscado por mi sangre
por los mapas de la niebla
y en la turbia matemática del mar o del abrazo
 
Te he buscado como un niño
con su crimen de palomas
azul
secretamente
como pájaro salvaje
 
Pero qué alto beso es este
que arranca de la hojarasca de los cuerpos arrasados
qué herrumbrosa muerte perforada
sometida al murmullo y los adioses?
 
Igual que si una fuente modelara el silencio que la envuelve
y grito de luz fuera la esquina de los ojos
 
así como si el sueño de una gota
principio fuera del olvido
o fuese frío ámbar nuestra boca sobre el pecho
tú me encontrarás mordiendo astrologías
         como un misterio que descansa
                       y se demora



© David de Dorian, 2021


Poema sobre Chet Baker

(Ilustración: Neli Nenkova)


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