Hablemos del poeta Javier Egea y su otra sentimentalidad...
"Lo que
pueda contaros
es todo lo
que sé desde el dolor"
Javier Egea (Granada,1952), el del medio de La otra sentimentalidad -o la otra sentimentalidad de la otra sentimentalidad-, entre Luis García Montero y Álvaro Salvador, el “varado en un largo silencio”(1) durante la década de los 90 en la que sus compañeros de viaje trotaban entre poemarios, antologías y reconocimientos, y quien decidió suicidarse de un tiro un caluroso 29 de julio de 1999; se erige como uno de los poetas más potentes y voltaicos de los años 80.
Su obra, perturbadora y singular, siempre al margen de lo académico, se mantuvo sepultada, salvo honrosas excepciones locales o grupales, hasta la publicación -veinticuatro años después del manifiesto y ocho tras su muerte- de Metalingüísticos y sentimentales. 50 poetas hacia el nuevo siglo (2007); una acertada antología de la poesía española entre 1966-2000, a cargo de la novelista Marta Sanz Pastor.
Germen de la llamada Poesía
de la experiencia, La otra sentimentalidad
iniciada por Egea junto a Montero, con quien firmó también el Manifiesto
albertista, presentado ante Rafael
Alberti en 1982, fue forjada tras extraordinarios
títulos como Serena luz del viento (1974), A boca de parir (1976),
el imprescindible Paseo de los tristes (1982) o Argentina 78 (1983), a
los que suceden Troppo Mare (1984) y Raro de luna (1990).
Sus versos están dotados de una
hondura inquietante, y solo pueden considerarse hasta cierto punto como poesía
de la experiencia. Fatalista por naturaleza y comprometido con la izquierda del
momento, sus poemas retratan los entornos urbanos de la Granada de aquellos
años, en la que su efervescencia política apegada a un humanismo a pie de calle
convive con una ácida crítica social.
Las referencias a la cultura pop son otra de las sugestivas
señas de identidad de una poesía, la de Javier Egea, Quisquete entre amigos, dotada
de una intensidad muy apegada a la música desarrollada en la década que lo
apadrinó. No en balde, Manuel Rico,
entusiasta de su obra y prologuista del recomendable volumen Poesía
completa, publicada por Bartleby
en 2011, vincula sin dudarlo la
biografía y sensibilidad de este con la de abanderados de la Movida madrileña como Antonio Vega y Enrique Urquijo.
Los músicos y el poeta, vástagos de
una década de apertura democrática y convulsión cultural, ofrecen a ojos del
crítico una emoción que actúa como anzuelo para atraer a generaciones sucesivas
y aficionados a la música pop. Y está en lo cierto. Urquijo, cantante de Los secretos y autor de asombros tristes
como “Otra tarde” o “Y no amanece” moriría muy poco después
de Egea, en noviembre del 99. Fue encontrado con una sobredosis de heroína en
un portal del barrio madrileño de Malasaña,
cuyo himno, “La chica de ayer”,
quedó huérfano diez años después, en 2009,
cuando el ex-Nacha Pop Antonio Vega
murió de neumonía.
Sus vidas trágicas, consagradas
inexorablemente a su arte, desbordadas en sus respectivas creaciones; y sus prematuras
muertes, los convierten, paradójicamente, en una fuente de profunda vitalidad
poética en la que poder reflejarse, de la que nutrirse una y otra vez y, ante
todo, de la que disfrutar:
“hay una mirada marcada por la desolación, un amor hondo pero con bordes
indefinidos, marcados por la inseguridad. Y hay una visión, sutil en los
cantantes, más perceptible y llamativa en el poeta, de la muerte, como una
sombra premonitoria”(2)
Y he aquí unos ejemplos
seleccionados de esa otra sentimentalidad, que recobramos con el fin de
recordar a uno de los poetas más disfrutables del panorama español: el granadino
Javier Egea.
Lo
que pueda contaros
Lo que pueda contaros
es todo lo que sé desde el dolor
y eso nunca se inventa.
Porque llegar aquí fue una larga
sentina,
un extraño viaje,
una curva de sangre sobre el río,
mientras todo era un grito
y ya se perfilaba resuelto en
latigazos
el crepúsculo.
Las historias se cuentan con los
ojos del frío
y algún sabor a sal y paso a paso
-lengua y camino-
porque la sangre se nos va
despacio,
sin borbotón apenas,
desmadejadamente por los labios.
Las historias se cuentan una vez y
se pierden.
Coplas
de Carmen Romero(3)
Díselo, Carmen Romero,
dile que estamos aquí,
que él parece estar allí
y es aquí donde lo espero;
dile que ningún obrero
entiende que un presidente
mande guardias a su gente
en vez de mandar trabajo,
dile que va cuesta abajo
frente a la Cuesta de Enero,
díselo, Carmen Romero.
Dile que están encendidos
los faros de un pueblo oscuro,
dile que mire al futuro,
no a los Estados Unidos;
dile que estamos perdidos
en medio del capital,
que una rosa sin rosal
naufraga en las oficinas
dile que por las esquinas
anda el sueño prisionero,
díselo, Carmen Romero.
Dile tú, Primera Dama,
cuando hagas su equipaje,
que a veces también viajé
por los campos de Ketama
y dile, cuando la cama
anula la presidencia
y el amor dicta sentencia
contra todos los misiles,
que aún florecen a miles
banderas del sueño obrero,
díselo, Carmen Romero
NOCHE
CANALLA
Yo no sé si la quise pero andaba
conmigo,
me guiaba su risa por la ciudad tan
gris.
Ella tenía en su boca colinas de
Ketama,
y el cielo de sus ojos me pintaba
de añil.
Yo vi tantas estrellas como ella
puso siempre
en aquel cielo raso como un paño de
tul.
Ella llevaba el pelo como la Janis Joplin
y los labios morados como el
Parfait-Amour.
La he perdido en un bosque de
jeringas brillantes
por donde nos decían se llegaba al
mar,
se fue sobre un caballo de hermosos
ojos negros;
por más que yo me muera no la podré
olvidar.
Bajo el cielo ceniza me conducen
mis piernas.
Esta noche no tengo ni esperanza ni
amor.
Sólo queda el calor de mi pobre
navaja.
Hoy me he visto la cara de un
retrato-robot.
A pesar de sus ojos he salido a la
calle,
a pesar de sus ojos me ha tocado
vivir.
En un barrio de muertos me trajeron
al mundo.
Esta noche canalla no respondo de
mí.
Te
trajeron de golpe los violines
Te trajeron de golpe los violines
y eras algo más rubia de lo que yo
esperaba
pero bella y letal como veneno.
Y era una especie de traición tu
cuerpo.
Mientras ibas tomando mi casa pieza
a pieza,
para alcanzar los últimos rincones
te adelgazaste en besos, pasos,
ecos.
EPIGRAMA
Sueño y trabajo nos costó saberlo:
ternura es patrimonio de los rojos.
Pero los rojos, Claudia,
en estas noches bárbaras,
sólo somos tú y yo.
Quizá
me confundí de calle y de aventura
Quizá me confundí de calle y de
aventura
pero ya me conocen sus farolas y el
alba,
ya conocen mi sombra, mi canción,
mi tristeza
y esta costumbre vieja de andar
erguido y solo.
SOMBRAS
CHINESCAS
(Tiananmen)
Desperté muerto en Pekín,
raro, como sin palabras.
Me quedé frente al silencio:
tres agujeros de bala
desde una plaza prohibida
me miraban.
Vi las nieblas y los sueños,
aquel agua en desbandada
y tres arañas de asombro
que sangraban.
Desperté muerto en Pekín.
Raro, como sin palabras.
Me quedé frente al vacío,
vi una luz amurallada.
Si la muerte es un espejo
no reconocí mi cara.
UN
DÍA FELIZ
¿Qué pasa en esta calle que el
ciego de la esquina
regala los cupones y el de la
barbería
olvidó a Maradona y el viejo que
gruñía
por el ojo de patio hoy entona en
sordina
baladas de Los Panchos y de Joaquín
Sabina
y vino el fontanero y hasta la
policía
hace la vista gorda con Luis “El
Carafría”
que arregla transistores y pasa cocaína
y paran los taxistas en los pasos
de cebra
y la dulce pareja por fin encuentra
piso
y es el barrio un desorden lavado
por la lluvia?
¿Por qué sirve Bernardo de marca la
ginebra?
Porque nadie esperaba tan pronto el
paraíso.
Porque ha venido a verme Consuelo
de la Rubia.
© David de Dorian, 2021
(1)Rico, Manuel. 11 de Febrero
2011, “La gran poesía de olvidados, raros y excluidos: De Miguel Labordeta a
Javier Egea”, en Culturamas
(2)Rico, Manuel. 18 diciembre 2010.
“ Javier Egea, Enrique Urquijo y Antonio Vega. Destinos rotos cultivados en los
ochenta”, en Al margen (blog personal
del autor)
(3)Carmen Romero: política y
sindicalista española. En UGT de 1977 a 1987.
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