Hablemos del poeta marginal español Lois Pereiro, a través de uno de sus más bellos y honestos poemas...
“Tendría que regresar a mi
propia vida sin contagiarme otra vez de mí mismo”
Lois Pereiro, escritor y poeta español en lengua
gallega, tenía muy claro que moriría joven. “Soy un relato breve”, solía decir
desde que a los 16 años augurara su pronta muerte y la publicación de un único
libro. Finalmente fueron dos magníficos poemarios los que publicaría en vida, ya
en la década de los 90, Poemas 1981/1991
(1992) y Poesía última de amor y
enfermedad (1995), hasta fallecer a los 38 años, en 1996, oficialmente por
una intoxicación con aceite de colza.
Hijo
de una generación, la que “cabalgó sobre varias revoluciones, la política, la
sexual, la de la contracultura y las drogas”, Pereiro siempre se escaqueó de los
círculos literarios del momento. Considerado quizá erróneamente poeta punk, este gallego discreto y melómano
dejó constancia de la importancia que tenía el rock en su obra, aunque, como el
periodista cultural Lago Martínez sentencia, "No es un poeta del rock,
pero forma parte de su paisaje emocional e histórico. En su cosmovisión, Thomas
Mann está a la misma altura que Ian Curtis".
Quizá
algún día le dedique en esta página un espacio más amplio para recordar su
figura y su obra de forma más general, pero hoy toca preguntarse por qué, con
poemas tan redondos, honestos y bellos como Acróstico, este poeta no se encuentra entre los más apreciados y
conocidos de las letras españolas de los últimos 30 años, mientras pazguatos del verso que poco han aportado al reflejo de la existencia del momento han
sacado suculentas tajadas bienservidas de sus aburridas peroratas. No es nada
nuevo y quizá la respuesta sea obvia. Pere Gimferrer opina que si hubiese escrito
en lengua castellana hubiera alcanzado la difusión de otros como José Ángel
Valente. Ojalá fuera tan fácil.
En
“Acróstico” encontramos todos los elementos que conforman a un poeta mayúsculo
de fines del siglo XX y una rendida estética a lo marginal, siempre empañada de
profunda melancolía, que cuando es sincera y clara, parece asusta a una caterva
importante de lectores decantados por lo melifluo o lo ligero del mensaje. Su
lírica es clara y no atiende a florituras del lenguaje, su énfasis se concentra
en el contenido, en la reflexión y en la tragedia cotidiana y sin drama que de
todo ello se despide, como un fantasma que ha decidido hacerse carne solo para
dar testimonio a su materia.
ACRÓSTICO
Solamente
intentaba
conseguir
dejar
en la tierra
algo
de mí que me sobreviviese
sabiendo
que debería haber sabido
impedirme
a mí mismo
descubrir
que sólo fui un interludio
atroz
entre dos muros de silencio
solo
pude evitar viviendo a la sombra
inocularle
para siempre a quien amaba
dosis
letales de amor que envenenaba
a
su alma con un dolor eterno
sustituyendo
el deseo por el exilio
inicié
el viaje sin retorno
dejándome
llevar sin resistencia
al
fondo de una interna
aniquilación
llena de nostalgia
© David de Dorian, 2014
(Ilustración: Aad Goudappel)
Publicar un comentario