Hablemos de A cotrapelo y del poderoso influjo de esta fabulosa novela de Huysmans en Dorian Gray... 


“Sus ojos cayeron sobre el libro amarillo que le había enviado Lord Henry…”

Joris-Karl Huysmans permanece aún a día de hoy en la trastienda de los nombres ilustres de la literatura universal. Y no podía ser de otra manera tratándose de uno de los pilares fundamentales del Decadentismo. Su fabulosa novela, À rebours (traducida como A contrapelo o también entendida como a contracorriente), no es sino la quintaesencia del movimiento decadentista, que surge en el siglo XIX como reacción contra la crisis de valores culturales y artísticos propia de “fin de siècle” (fin de siglo) y que literariamente responde al frío naturalismo de escritores insignes en la época como Émile Zola.

La insatisfacción ante unos esquemas mentales instaurados por la sociedad burguesa que prodigaban el utilitarismo y el materialismo como modo de vida, produjo todo un movimiento de pesimismo y rebeldía con ansias de renovación artística que pasaba por esta nueva sensibilidad existencial, promulgando la sublimación del arte a través de actitudes de confrontación social como el dandismo, el nihilismo, el misticismo y el culto a nuevos valores estéticos y espirituales emprendidos originariamente por Charles Baudelaire, y que con A contrapelo encuentran su eclosión definitiva.

La novela, publicada en París en 1884, suscitó en los ambientes literarios ortodoxos una encabritada oposición y una incomprensión visceral por parte de la crítica, a contrapelo de la entusiasta acogida que muchos artistas y jóvenes lectores tuvieron con el nuevo espíritu rebelde y su encarnación en Jean Floressas Des Esseintes, su delicado protagonista y el nuevo héroe decadente. Barbey d´Aurevilly, escritor afín y amigo de Huysmans, fue el primero en reivindicar la nueva sensibilidad despedida de entre sus páginas y capta de manera global un fiel retrato de nuestro personaje, resumiendo en pocas palabras la esencia de la novela: A contrapelo es la historia de un alma en pena que cuenta su impotencia para vivir, ¡incluso a contrapelo! (…) Pero evidentemente es más que eso: el héroe de Huysmans es un enfermo como todos los héroes de las novelas de esta época enferma. Es una víctima de la neurosis del siglo.”

La exaltación del arte mostrada por Huysmans a través de Des Esseintes, con todo su espíritu bohemio y sensibilidad neurótica, está encaminada a luchar contra la crisis de valores y la mediocridad propia de la burguesía siempre en la línea emprendida por el poeta Baudelaire, en la que nuestro héroe se embarca en un viaje estético propio, del que extrae la esencia de las cosas por medio de ejercicios de sensibilidad: las propiedades sugestivas del lenguaje literario, la pintura como puerta a lo irracional y lo fantástico (en conexión con artistas plásticos coetáneos como Odilon Redon o Gustave Moreau), la emotividad de la música (del canto Gregoriano a Wagner), la literatura y la poesía como vehículo de emociones sublimes (Verlaine y Mallarmé) o evocaciones ilimitadas (Baudelaire) y místicas (Barbey d´Aurevilly) , los tonos y matices de los colores, las cualidades del sabor de los licores, el ingenio de la decoración, la exuberante belleza de las flores y plantas exóticas o el mundo de los perfumes, son el particular universo de la personificación del decadentismo por excelencia.

Des Esseintes es un ser frágil, refinado y solitario, contrapone su cinismo moral al conformismo burgués, su pesimismo a la artificial actitud pseudo-optimista de la sociedad, su búsqueda de la autenticidad personal al dogmatismo de la doctrina racionalista, en una epopeya particular y combativa (culto al arte) de oposición frontal a la norma y los valores imperantes. Pero además, esa decepción y ese deseo de autorrealización vital, lleva al joven a una evasión total mediante un fino erotismo, que en su búsqueda del ideal absoluto deviene en el placer de la perversidad, sembrando un ambiguo espíritu maligno de gran poder evocativo que lo acerca en la misma medida a posiciones místicas y a profundas meditaciones sobre la condición humana y sus miserias, convirtiendo así A contrapelo en la biblia del homo-finisecularis.

Formalmente, la novela rompe con muchos de los esquemas predominantes aplicados en la literatura hasta la fecha y abre nuevos caminos plagados de posibilidades narrativas, anunciando entre otros importantes aspectos el “monólogo interior” y estableciendo un férreo poso para las “Novelas de artistas” (Künstelrroman) iniciadas en el Romanticismo alemán. Asimismo, gracias en gran medida a sus profundos y enraizados planteamientos estéticos, A contrapelo dio un empujón decisivo para que movimientos como el Decadentismo y el Simbolismo, a la sombra de Verlaine y Mallarmé respectivamente, lograran triunfar en los círculos artísticos y literarios, sentando, además, las bases de grandes novelas posteriores y de personajes insignes en la literatura universal, y erigiéndose, tal vez, en el héroe –antihéroe- literario decimonónico más influyente.

El retrato de Dorian Gray, la gran novela de Oscar Wilde, y una de las obras literarias más brillantes de todos los tiempos, deja sentir de manera clara el gran influjo que A rebours tuvo tanto para su personaje central como para la concepción de la misma. Su influencia se extiende también por Alemania en autores como Herman Hesse, Alfred Döblin o Thomas Mann y en la literatura hispanoamericana con Rubén Darío. Pero sería en la novela del escritor británico donde su reflejo brilla con más fuerza. No sólo los planteamientos estéticos de la obra de Wilde y su antihéroe recogen muchas de las ideas de Huysmans, sino que desde la mitad de la novela se le rinde un especial tributo, apareciendo en el capítulo X de la misma:

 “Sus ojos cayeron sobre el libro amarillo que le había enviado Lord Henry. ¿Qué era?, se preguntó. Fue hasta el pequeño atril octogonal de color perla, que siempre le había parecido obra de unas extrañas abejas egipcias que trabajaran la plata, y cogiendo el volumen, se tiró en un sillón, y empezó a pasar las hojas. Al cabo de unos minutos se absorbió en él por completo. Era el libro más extraño que jamás había leído. Le parecía que con vestimenta exquisita, y al fino sonido de flautas, los pecados del mundo pasaban mudos ante él. Las cosas en las que había soñado vagamente se volvían reales de repente. Las cosas con las que jamás había soñado se le iban revelando gradualmente.
Era una novela sin argumento y de sólo un personaje, que era, en realidad, un estudio psicológico de un joven parisino que se pasaba la vida intentando poner en práctica en el siglo XIX todas las pasiones y modos de pensamiento de todos los siglos menos el suyo, y que resumía, por así decirlo, en sí mismo, los varios estados de ánimo por los que había pasado el espíritu del mundo, a quien le encantaban por su propia artificialidad esas renuncias que los hombres han dado en llamar imprudentemente virtud, de igual modo que esas rebeliones naturales que los prudentes todavía llaman pecado”

Ese funesto libro amarillo del que Dorian se enamora es A contrapelo. No se trataba de un mero color accesorio, sino que, en los círculos literarios parisinos de la época, representaba el distintivo propio de todas aquellas obras que contenían un elevado grado de lascivia e inmoralidad. Ya en su primera edición, la novela de Huysmans vestía de ese tono, y resulta la influencia más perniciosa para el personaje, que en adelante recrea la vitalidad estética y perversa de Des Esseintes llevándola a otro nivel:

 “Era un libro venenoso. Un pesado olor a incienso parecía impregnar sus páginas y perturbar el cerebro. La mera cadencia de las frases, la monotonía sutil de su música, tan llena de complejos refranes y movimientos primorosamente repetidos, produjeron en la mente del muchacho, mientras pasaba capítulo a capítulo, una especie de ensoñación, una enfermedad de sueños, que le hizo perder la noción del día que iba cayendo y de las sombras que avanzaban”

A partir de aquí, encontramos a un Dorian metamorfoseado en una versión maligna del antihéroe decadente:

 “Durante años, Dorian Gray no pudo liberarse de la influencia de este libro. O tal vez sería más preciso decir que jamás procuró liberarse de ella. Se agenció de París no menos que nueve copias grandes de la primera edición, y las mandó encuadernar en diferentes colores, de modo que pudiesen irse acomodando a sus varios estados de ánimo y a las cambiantes fantasías de un modo de ser sobre el que parecía, a veces, haber perdido casi por completo el control. El héroe, el maravilloso joven parisino, en quien se mezclaban tan extrañamente los temperamentos romántico y científico, se convirtió para él en una especie de prefiguración suya. Y, en realidad, todo el libro le parecía que contenía la historia de su vida, escrita antes de haberla vivido él”

El homo aesthéticus, el ser decadente por naturaleza, nacido del delicado Dess Esseintes de Huysmans, se reinventa así, monstruosamente y con la maestría característica de Wilde, que dota a la novela de un espectacular y tenso misterio, cercano al terror vertido por Poe en sus bien conocidas obras, y otorgando plenamente a su personaje el credo estético de lo que Bourget escribió en su Teoría de la decadencia:  “El hombre de la decadencia ha agotado en él, por la precocidad de los excesos, el manantial de la vida, y juzga con una mirada lúcida la miseria irremediable de su destino”. 

© David de Dorian, 2014

A contrapelo

(Ilustración: Martin Elfman)

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