Hablemos de perversión y literatura y la verdadera Alicia del País de las Maravillas...
“Esto deberá ser un secreto/ un secreto, que todo el mundo ignore, / entre tú y yo”
Muchas son las incógnitas entre la verdadera relación de Lewis Carroll y la Alicia de carne y hueso, apellidada Lidell, que inspiró una de las obras más famosas y brillantes de la literatura universal. El autor de Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, publicados en 1864 y 1871 respectivamente, ha sido objeto de numerosos estudios, que no solamente han atendido a la parte literaria de su obra. La sombra negra de la pederastia siempre ha planeado sobre la figura del escritor, y ha sido materia de especulación desde entonces.
Lewis Carroll (pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, profesor de matemáticas en Oxford) conoció a la pequeña Alicia Lidell cuando esta apenas contaba con los cuatro años de edad. El padre de la niña se había incorporado recientemente como decano en la Christ Church, donde el joven Dodgson era residente. Pronto trabó amistad con los Lidell, y comenzó a llevar de excursión ocasionalmente a sus cuatro hijas. Fue en una de estas salidas, en la llamada “tarde dorada”, cuando germinó lo que tiempo después se convertiría en una de las obras maestras de la literatura. Durante aquella calurosa tarde de julio, Carroll entretuvo a las hermanas improvisando la maravillosa historia de una niña en un país de fantasía. El cuento fascinó tanto a su joven público que Alicia –ahora con diez años– pidió al profesor que lo escribiera para ella.
Lewis Carroll (pseudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, profesor de matemáticas en Oxford) conoció a la pequeña Alicia Lidell cuando esta apenas contaba con los cuatro años de edad. El padre de la niña se había incorporado recientemente como decano en la Christ Church, donde el joven Dodgson era residente. Pronto trabó amistad con los Lidell, y comenzó a llevar de excursión ocasionalmente a sus cuatro hijas. Fue en una de estas salidas, en la llamada “tarde dorada”, cuando germinó lo que tiempo después se convertiría en una de las obras maestras de la literatura. Durante aquella calurosa tarde de julio, Carroll entretuvo a las hermanas improvisando la maravillosa historia de una niña en un país de fantasía. El cuento fascinó tanto a su joven público que Alicia –ahora con diez años– pidió al profesor que lo escribiera para ella.
Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas (Alice´s Adventures in Wonderland) vio la luz el 4 de julio de 1865, coincidiendo con el tercer aniversario de la “tarde dorada”. Pero todo había cambiado desde aquella excursión en barco. Un año antes de la publicación de la obra, la niña recibiría su regalo: el manuscrito de Aventuras subterráneas de Alicia (Alice´s Adventures Underground), título original y que contenía dibujos realizados por el propio Carroll. Fue entonces cuando la madre de las pequeñas, que ya mostraba cierta hostilidad desde hacía tiempo por la relación de su hija con el profesor, prohibió terminantemente las salidas conjuntas, y destruyó las cartas recibidas por Alicia. Los posteriores encuentros con el modelo real de su heroína literaria serían esporádicos e incómodos. Dodgson anota en su diario el profundo cambio “para peor” que estaba sufriendo la joven, en su fase de pubertad. Tampoco le fue fácil conjugar más tarde el nuevo rostro de Alicia (casada con un antiguo alumno suyo) con aquél que una vez supuso inocencia e infantil pureza. ¿No les recuerda al pobre Humbert visitando por última vez a su Lolita?
Hecho harto curioso parece ser la pérdida de una parte de esos diarios, justo el período correspondiente a lo que podría considerarse la gestación del cuento, entre abril de 1858 y mayo de 1862. Morton Cohen, biógrafo de Carroll, y que ha trabajado con numerosos fragmentos y pasajes de los diarios que la familia Lidell decidió censurar, maneja la hipótesis de la petición de mano a la joven. Nos encontramos ante una personalidad difícil de conciliar; por un lado, el austero clérigo victoriano, por otro, el profundo amante de la infancia al que le atraen tanto las niñas –citando a Cohen– hasta el extremo de “pedir el matrimonio a una de ellas o más de una”.
Las interpretaciones freudianas de Alicia han arrojado luz sobre la figura del escritor, sacando a relucir la idea de “inversión narcisista”. Dicha teoría explica cierta clausura narcisista en la propia infancia que podría proyectarse al exterior, provocando que el sujeto, en la mayoría de edad, desease a niños de igual o de distinto sexo como nexo inconsciente con la felicidad perdida. El alejamiento progresivo en la vida real con la niña se tradujo en una pérdida de vitalidad en la heroína de los cuentos “infantiles” de Carroll, como puede sentirse al leer A través del espejo(1871).
La pasión de Lewis Carroll por Alicia Lidell no se tradujo únicamente a su obra escrita; la fotografía fue su otro gran talento artístico, retratando al personaje real de sus cuentos en varias ocasiones a lo largo de su vida. Una fotografía de la pequeña Alicia caracterizada como niña mendigo en 1858, fue descrita por el poeta Lord Tenyson como “la más bella que vio jamás”. En la imagen puede apreciarse a la niña posando con cierta elegancia y “sensual” desparpajo; una suerte prematura del universal personaje que mucho después crearía Navokob. Un Carroll ya anciano fotografiaría por última vez a “su pequeña” en 1870, tomando así la instantánea definitiva que alejaba rotundamente a Alicia Lidell del ideal estético y espiritual del poeta.
Sin embargo, la hija del Decano no fue la única niña fotografiada por el profesor, ni mucho menos la única pequeña con la que mantendría estrechas relaciones. Más de la mitad de su obra gráfica conservada está dedicada a retratar niñas.
La no menos que truculenta historia de la verdadera Alicia del País de las Maravillas con el clérigo-literato Dodgson-Carroll, ha dado pie a especulaciones más allá de la pura investigación y sus conclusiones más o menos objetivas. Así, David R. Slavitt nos relata en su novela Alicia a los ochenta (1984) la confirmación de la terrible duda que había rondado entre la familia Lidell desde la infancia de sus hijas, ofreciéndonos el dramático cuadro de un pasado desenmascarado hacia el final de la vida de su protagonista.
El tema del niño como objeto amado por el adulto no es para nada novedoso en el mundo de la literatura. Son archiconocidas algunas de las obras vinculadas de una manera u otra con la idea de paidofilia. Buena prueba de ello son las novelasLa muerte en Venecia, Lolita, Peter Pan, Otra vuelta de tuerca, o la misma Alicia.
Sin querer realizar juicios personales que nada aportarían a la historiografía sobre el universo Carroll, resulta interesante imaginar una declaración amorosa total en los tres últimos versos del poema que el Conejo Blanco –personificación del matemático– recita en el proceso final de Alicia en el País de las Maravillas, en lo que, tal vez, el poeta victoriano pudo haber proclamado su pasión y amor por Alicia Lidell de la mejor manera que sabía: desplegando en su propia fantasía su genial idioma metafórico y bellamente críptico.
© David de Dorian, 2013
(Ilustración: Tayete García Mazariegos, acuarela Alicia Lidell)
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