Hablemos de Madrid a través de una canción apócrifa sobre la ciudad de los fénix...
El
mejor momento en Madrid es el crepúsculo y cada uno de eso minutos hasta que la
noche lo bendice todo. Es en ese lapso de tiempo cuando acontece en la ciudad
de los fénix el surgimiento de los desposeídos. O era. Madrid, como su noche,
ha cambiado mucho. Como toda ciudad grande, su mutabilidad responde a un azar inconcebible
y que a uno se le escapa de las manos. O no. Porque la noche de Madrid ya no lo
funde todo del mismo tono que cuando surgió el afán de componerle una canción.
Realmente no se trataba de una canción “para Madrid”, sino que cada una de sus
líneas respondían a fotogramas urbanos que, de alguna violenta manera, habían
calado en mí colándose sigilosamente por mi retina. Le estaba escribiendo a una
ciudad y a sus criaturas vespertinas. Madrid era el influjo.