Poesía alternativa o cómo desmitificar la hermosura de la tristeza...
No hay belleza en todo esto
la huida de la mente a otra parte
que el cuerpo no acierta a comprender.
No hay belleza en
la fuerza
que te hace saltar al vacío
con los sueños arañándote la espalda
ni en el silencio que te deja sorda el alma
con su agónico alarido
ni en la visión dantesca de tu juventud
haciendo rafting por el inodoro.
No hay belleza en las ruinas de hombres
que contemplo con su alma disecada
no tienen en su infinita soledad
la hermosura clásica
de una derruida ciudad pagana
son excremento que el gusano del tiempo
olvida en la hiedra cubriendo los templos
de un
pretérito inaceptable.
No hay belleza en derrumbarse
desde el primer acorde y ser aplastado
bajo las teclas de un piano.
No hay belleza en beber
la ceniza de la vida en un cráneo que es el mío.
No hay belleza en la imposibilidad
de este presente, ni en la marca de la viruela
del ayer en la mirada esquiva
ni en el futuro que es ya Historia, donde
nada excepto provocar al vacío
agitando
el sonajero puede hacerse.
No hay belleza en esperar
absolutamente nada
nada, nada, nada, ahogarse en el eco
de algo que tan siquiera nombre tiene.
Todo lo que llaman Malditismo
se resuelve en la ausencia de belleza
observada desde el patio de butacas.
No hay belleza en el deseo de vivir
y en el fracaso de su intento.
No hay belleza en la ecuación irresoluta
de la duda si al desnudo se presenta
atizándonos la noche
con el simple por,
con el simple para
con su qué y la
necesidad casi sexual
de pasar a otro día con alguna respuesta
que te hace pensar que dios
está
en el fondo de este vaso de vodka
y el
secreto de los hombres
en un cubo de basura.
© David de Dorian, Nocturno canto del Edén, 2014
(Ilustración: Francesco Bongiorni)
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